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Sitio que nos encantó. Es un bar y a la vez un museo del flamenco. Cuando estuvimos pusieron buena música acorde con el ambiente y la comida muy bien en calidad precio. Fijo que repetimos
Estaba buscando donde comer algo y me llamó la atención el letrero de la entrada. Al asomarme vi una taberna y me decidí a probar. Un acierto. Un ambiente muy familiar, un poco lento quizás, pero no tenia prisa, así que pedí un vino blanco fresquito (muy bueno) y unas tapas. Ensaladilla, gambas, rabo de toro, carrilleras. Estaba todo muy bueno, pero las carrilleras fue lo que más me gustó. No tome postre, así que me pedí un cortado largo que fue muy bueno también. Comimos muy bien y por menos de 20€, y en todo momento acompañados de flamenquito. Sitio recomendable. No es fácil encontrar aparcamiento, así que lo mejor es aparcar en el parking de la entrada del pueblo.
Nos sentimos agobiados, no terminábamos de beber o comer, cuando ya nos estaban quitando los platos y los vasos. Además continuamente preguntando si queríamos algo más. Lo entendería si hubiera estado lleno con personas esperando poder sentarse, pero estábamos solos. Las tapas que pedimos muy normalitas