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El Caracas siempre ha formado parte de mi vida, desde que era una cría y acompañaba a mi abuela al mercado de la Libertad, en Gracia. Justo delante estaba el Caracas en el que había que hacer una parada para tomar un café. Era el punto de encuentro de mi abuela con su hermana, el lugar de sus charlas de señoras mayores sobre las menudencias de la vida y de las risas que les arrancaban los camareros con sus cumplidos y bromas. Más tarde, en Virrey Amat, me hice mayor y me inicié en el mundo del café. Primero por la obligación de llegar despierta a los exámenes, luego ya por el placer de tomarme ese cortadito perfecto en el Caracas que está junto al mercado y en el que todavía están aquellos camareros que me atendían entonces y de los que recuerdo el nombre. Más tarde, en la universidad, el Caracas de Sant Antoni fue el punto de encuentro de ese grupo de universitarias que se deslumbraban con el descubrimiento de tantas cosas y planificaban esa vida que les esperaba de tan cerca. Y ahora, ya adulta y con la vida a cuestas, el Caracas sigue presente. La parada diaria en el Caracas de Horta es mi forma perfecta de empezar el día. Ningún otro café huele igual ni está nunca a este punto perfecto de temperatura que deseas. Ninguna pasta de crema cruje así en ninguna de otras de esas cafeterías clónicas que van apareciendo por todos lados. Aquí te atienden de cerca, las camareras son tan eficientes y rápidas que nunca parece que estén a tope, ni cuando van a tope, que es muchas veces. Es el punto de encuentro de tantas personas del barrio que son fieles al lugar y que se saben un poco en casa. Me encanta sentarme y escuchar a esas abuelas que ya, por desgracia, no son la mía hablar de esas menudencias de la vida mientras yo me tomo mi cortadito perfecto con mi hija y las camareras les hacen bromas o se interesan por ellas, por sus achaques, por su soledad o por el trapo bordado que ya han acabado y que quieren enseñar mientras les sirven aquello que ni siquiera piden porque ya las conocen. Ojalá llegar a vieja y poder seguir sentándome en el Caracas a tomarme ese café tan rico y hablar de las menudencias de la vida con mi hija y que alguien me atienda así de bien.
Lloc excel·lent per prendre-hi cafè. De tota la vida. L'únic problema és que és molt petit. Mira que han posat locals de cadenes al voltant, però cafè com el del Caracas a cap.
L'experiència és bona, el menjar és bo, Los Mañicos hi han altres restaurants en el passeig, tenen parasols i amacas amb toldos, un bon lloc per anar a passa el dia i descansar
Llevo 10 años yendo a tomar café tanto por la mañana como por las tardes, cafés, tés, bocadillos y bollería excelente, me es necesario en mi día a día y no lo cambio por nada, la atención por parte de Silvia y Lorena sin olvidar la parte de tienda son de 10, atentas unas excelentes trabajadoras. Lo recomiendo para empezar el dia redondo.
Me encanta el lugar, el cafe y las chicas! Son rapidas manteniendo todo en orden sin que parezca un caos por mucha faena que haya, son atentas con el cliente sin ser pesadas, me parece un equilibrio perfecto para empezar bien el dia, recomendable 100x100!
El cafe per exel.lencia de tota la vida, ja la meva avia anava, així que no hi ha mes a dir. Bon servei entrar al Caracas es com entrar a casa molt familiar, ens ho passem molt bé.
Un lloc genial per esmorzar i berenar, amb preus especials per combinats de cafè amb pasta. El cafè és molt bo i les pastes també (recomanable la oferta de cafè amb llet i croissant). A hores fortes està ple.
En la tienda se venden productos muy buenos y con un buen precio. Los escaparates llaman mucho la atención para entrar a comprar. Muy buen trato con el personal. En definitiva muy recomendable. Ah! Y un café espectacular.
Tradicional cafeteria de la marca de café Caracas, ubicada al lado de un mercado, el de Horta, Barcelona. Muy buena calidad en bocatas, bolleria artesana, y el paraiso de los cafeteros, cafe con leche, y demás. Rápidos, eficaces y atentos en el servicio. Barra y unas cuantas mesas en el interior. No hay servicio de comidas.
Café del bueno de toda la vida. He tomado café con teules de coco y me he sentido como si estuviera en una noche de invierno calentito, merendando en casa de la abuela. Maravillosa experiencia!