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Un lugar precioso, trato exquisito. Quizás la comida típica de las casas de espiritualidad pueda no estar a la altura de las espectativas de algunas personas.
Cuando llegas a la Casa de Espiritualidad te encuentras realmente con un espacio de luz, sosiego y paz. Un clima propicio para la contemplación y el silencio.
Y una Comunidad de Hermanas dispuestas a la acogida que consiguen que tu estancia sea realmente agradable mediante el servicio y entrega al estilo Franciscano.