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Heladería de toda la vida donde a parte de helados encuentras variedad de chuches granizados etccc las empleadas y la dueña son encantadoras y súper atentas.
Descontenta y robada. Hoy acudí a comprar unas gominolas para los sobrinos, siendo hoy domingo de fiesta; teniendo en mente la cantidad de gominolas que corresponden al importe que solicité gastar (2€, no estaban envasadas, solicité yo que fuesen todas de dos variedades), a la hora de repartir faltaron gominolas y no pocas: en vez de 40 había 32, las cuentas no salen con el precio pagado, faltan 8,0.40cnt pagados de más por lo recibido. No es por el importe del dinero, pero fastidia que te tomen por tonto y luego tener inconveniente a la hora de repartir entre los chiquillos. No se si ocurrirá con todos vendedores de este kiosco o solo con una mujer de pelo corto rubio de mediana edad, una caradura o igual es de esas personas que le tienen manía a turistas y gente con acento de fuera de la región, quién sabe. Ocurrió en Av.de la Mariña 40, el 21 de agosto. En años anteriores nunca me ocurrió esto y recuerdo a una señora bastante mayor y muy amable.
El puesto de helados y otros más antiguo de la Villa. No recuerdo la fecha exacta, pero me suena los años 30 del siglo pasado. Sras muy amables y bien atendido. Comprar allí un cucurucho o tarrina y degustarlo paseando av de la marina, o sentado en un banco de la Alameda es un gusto
Para tódolos vilagarciáns, "el quiosco de los helados" e xa todos entenden. Lugar de sempre e con moita fama. Xeados ricos e outras chilindradas durante todo o ano.
Para mi no es nada tremendamente espectacular, pero lo recuerdo desde muy pequeñita. A mi madre le encantaban sus helados. Exceptuando heladerías de cadenas creo que es la única que sigue por aquí, así que por algo será. Suele parar mucha gente, en verano sobre todo, está en muy buen sitio. Buena atención.
Pues básicamente me senté en la terraza de la cafetería tertulia y mis primeras impresiones fueron un trafico fluido, una climatología que no invitaba al exterior más aún así el pueblo parecía continuar con sus vidas y sobre todo la tranquilidad. Del kiosko pase de largo porque coincidió que ya estaba saciado por lo que no consideré necesidad alguna de un snack dulce y/o salado en ese instante así que seguí mi camino.