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¡Me encantó nuestra comida! Dividimos los calamares y la caballa en tempura. ambos excelentes. ¡Mi favorito eran los calamares con limón exprimido encima! Las patatas fritas también eran excelentes.
Mamá Celia, en el emblemático Finisterre, es uno de esos locales 'diferentes', que rompen con la tradición, modernizando conceptos y adaptándose a los tiempos y a su clientela, más cosmopolita, como resultado del alto número de peregrinos que recibe el pueblo. Desde el momento en que entras, el amable trato del chico que nos atendió destaca y hace que te sientas como en casa. No puedo dejar de mencionar la habilidad de los cocineros que, con maestría, han logrado perfeccionar el rebozado, tanto en los calamares como en los langostinos panko, ofreciendo una textura y sabor inigualables. Pero lo que verdaderamente robó nuestro corazón fueron los exquisitos postres caseros, cortesía de la talentosa hermana del chico. ¡Una auténtica delicia! Y por si fuera poco, disfrutar de todo esto con unas vistas panorámicas al puerto de Finisterre es la guinda del pastel. Sin duda, una experiencia gastronómica que no solo deleita el paladar, sino también el alma. ¡Enhorabuena al equipo de Mamá Celia!