Este sitio web utiliza cookies para mejorar la experiencia del usuario. Al utilizar nuestro sitio web, usted acepta todas las cookies de acuerdo con nuestra Política de cookies.Aprende másOK
Estaba buscando una peluquería que me transmitiera confianza, y recorrí toda la ciudad. Al final me fijé en esta pequeña peluquería que queda un poco escondida. El sitio es bonito, limpio, y la peluquera - muy amable - me aconsejó muy bien y me cortó el pelo perfectamente. Hay que decir que las clientas somos muy exigentes y me imagino que no tiene que ser fácil para un peluquero dejarles satisfechas, pero Carmen lo consiguió. Hay que depositar la confianza en la peluquera que elegimos y deberíamos dejar que haga su trabajo, que por ello ha estado estudiando y formándose. Precio acorde con el servicio ofrecido.
Pedí que me aclarara las raíces con el tono que siempre utilizo y me aplicó un tinte rosa por todo el pelo. Me ha quedado hecho un desastre, a trozos rosa, naranja y rubio. Cuando pregunté si había sido un error la peluquera me dijo que no, que me había puesto un matiz para evitar tonos rojizos (es decir, según ella los tonos rojizos se evitan con un tinte rosa). Se ofreció a echarme un segundo tinte pero, lógicamente, ya no me atreví. Lo malo no fue el error, que puede cometer cualquiera, fue que después de destrozarme el cabello me llamase "niñata", "bipolar" y otras lindezas. No quería darme hoja de reclamaciones. Finalmente, aceptó devolverme el dinero, pero creo que no son formas de tratar a los clientes. Ya no por el pelo, que al fin y al cabo crece, sino porque el disgusto y la humillación que sentí me dejaron hecha polvo. Jamás había recibido un trato semejante en una peluquería.